Educación más humana y más inclusiva

El género, las desigualdades sociales, las capacidades de aprendizaje y el acceso son algunos de los temas que surgen cuando se habla de una educación humana e inclusiva. Estos son los pasos para seguir alcanzándola.  

Por Andrés Felipe Uribe

Jóvenes estudiantes de Becas Talento
Jóvenes que recibieron las Becas Talento 2024. FOTO: cortesía

Romper brechas ha sido uno de los lemas de la educación del siglo XXI. El acceso para las poblaciones más vulnerables de la sociedad ha sido una preocupación de la formación occidental en los últimos años. Se ha pasado de una concepción única sobre el sistema educativo a una visión pluralista que agrupa a todos. Por ello, la creación de programas y becas que buscan ampliar las oportunidades para grupos afrodescendientes, indígenas, campesinas, entre otros, y de esta manera ir cerrando la deuda pendiente.  

“Esta educación inclusiva, la asumimos como esa educación en la que todos podemos o cabemos, pero no se trata solo del acceso, sino también de la permanencia. Entonces debemos derribar barreras económicas o de otro tipo para que puedan tener la posibilidad de acceder, y en el caso de la educación superior, hacer un tránsito, en el que permanezcan y logren finalmente graduarse”, dice Isabel Gómez, directora de Desarrollo Institucional y Vínculos de la Universidad EAFIT.  

En este camino, el humanismo e inclusión aparecen como conceptos claves para integrar a los diferentes agentes que han estado a un lado de los grandes centros de conocimiento. Para Antonio Copete, vicerrector de Ciencia, Tecnología e innovación de EAFIT, la inclusión es una noción más joven que la primera y que todavía está evolucionando. Incluso en la universidad no se hablaba de manera tan explícita como se hace hoy en la que se tiene una intención y una conciencia del tema.   

“Yo creo que un primer hito importante es el año pasado, cuando planteamos dentro de nuestros diez retos institucionales declarar el compromiso por la diversidad y la inclusión como uno de los primeros. Eso nos da fuerza para crear una serie de acciones, por ejemplo, en nuestra declaración de valores institucionales está el pluralismo entendido como esa aceptación y promoción de miradas y puntos de vistas, y por otro lado está la inclusión como el horizonte para que nuestra sociedad se vea mejor representada y tenga una voz más activa en la conversación”, señala Copete.

Un camino hacia la inclusión 

Para María Rocío Arango, decana de Artes y Humanidades de la Universidad EAFIT, la formación humanista puede entrenar y fortalecer varias competencias que son esenciales para la inclusión social. “La filosofía, por ejemplo, nos permite entrenarnos en el pensamiento crítico. La Historia nos permite darles un contexto amplio a los hechos, la Literatura nos permite usar nuestra imaginación para comprender los distintos modos de enfrentar situaciones cotidianas. Por otro lado, las Artes, todas ellas, nos permiten ejercitar nuestra sensibilidad”.  

De esta manera, la misma educación nos da herramientas para abrir espacios para quienes no han sido escuchados y desean entrar a la Academia. No obstante, es necesario hacer una evaluación permanente, puesto que el camino es largo y siempre se deben abrir espacios a medida que la conversación y el debate crecen.  

 “La idea principal es ser conscientes de la importancia del acceso, pero ojalá la discusión no termine solo en el acceso. Este sería un lugar común en los que no se puede caer, como ya tenemos becas no nos podemos dormir en los laureles. El acceso es solo el primer paso. La experiencia, por ejemplo, de estudiantes de bajos recursos, con condiciones cognitivas físicas, o de género, o de etnia pueden ser muy diferentes. Tener un sistema educativo que se adapte a sus necesidades es muy importante”, afirma Antonio Copete.  

Asimismo, Isabel Gómez resalta que no se trata de tener una receta para la educación humanista e inclusiva, sino de crear una conciencia de todo lo relacionado con la equidad, el acceso, la diversidad y la inclusión. “Ser capaces de acomodarnos a lo que nos resulta incómodo o extraño. En una reunión alguien mencionaba que la inclusión es la llave que abre la puerta de la diversidad y me parece cierto, porque es conocer y reconocer que somos diferentes y en esa diferencia ver cómo todos podemos entrar y desarrollar nuestros proyectos de vida personales”.  

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