A los jóvenes nada les importa
Por Valentina Chavarría C.
Ver datos
A los jóvenes nada les importa
Por Valentina Chavarría C
Volver al mito
La generación Z ha crecido en medio de desafíos como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, guerras y crisis políticas y económicas. Su nivel de conciencia social y el fácil acceso a la información les ha permitido participar activamente en conversaciones globales y promover igual las luchas ambientales que la reivindicación de derechos, la búsqueda de la igualdad o el respeto por la diversidad. Craftivismo, infoactivismo y artivismo constituyen algunas de sus estrategias.
“Hay un auge del activismo digital, porque es la forma en que se conectan. Aunque el arte sigue siendo movilizador, los jóvenes también quieren hablar de política, violencias de género, responsabilidad social, protección de la tierra y los recursos naturales”, explica Sara Castañeda, responsable de Oportunidades Juveniles en Proantioquia.
Activistas como Greta Thunberg, Vanessa Nakate o Francisco Javier Vera han demostrado que es posible hacerse escuchar y su ejemplo se ha extendido por todo el planeta.
De hecho, la Encuesta global 2024 a millennials y generación Z adelantada por Deloitte, aplicada a más de 22.800 jóvenes de 44 países, revela que el 62 % de la generación Z se siente preocupada por el cambio climático, y el 57 % cree tener influencia en la protección del medioambiente.
Aunque no existen mediciones sobre la participación juvenil en causas sociales, hay diferentes iniciativas que se están gestando en todo el mundo. Por ejemplo, el Liderario, una plataforma promovida por varias entidades, que impulsa a la nueva generación a desarrollar soluciones para los retos públicos de la ciudad, la región y el país.
Igualmente, Proantioquia ha creado Emergentes, una escuela de liderazgo, en la que los muchachos reciben herramientas para crear iniciativas relacionadas con equidad de género, salud mental y cambio climático.
Para Sara Castañeda cuando los jóvenes son quienes identifican los problemas en sus territorios surgen nuevos liderazgos. “Sabemos que ellos no van a buscar respuestas desde una visión adultocéntrica, por eso necesitamos flexibilizar y permitir que sean ellos quienes propongan las soluciones”.
Somos uno con la naturaleza
Jóvenes entre los 19 y los 28 años, estudiantes de ICESI, EAFIT, CESA y Uninorte, universidades que integran la Alianza 4U, presentaron durante la COP 16 un manifiesto en el que alzan sus voces para decir “somos uno con la naturaleza”, exigir y comprometerse con acciones concretas que protejan la biodiversidad y aseguren la sostenibilidad de los ecosistemas.
El cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, el consumo responsable y la gestión de residuos, la protección de los recursos hídricos y la reforestación son algunos de los asuntos sobre los que reflexionaron y generaron propuestas que van desde el uso de las energías renovables y la reducción del consumo de combustibles fósiles, la creación de planes regionales de adaptación al cambio climático, la reforestación con especies nativas, la creación de más reservas naturales, el fomento de la soberanía alimentaria en
comunidades campesinas y estrategias para aumentar la población de polinizadores hasta exigir la implementación de acciones como la limpieza y la restauración de afluentes hídricos y cuencas, así como la protección para ellas.
Adicionalmente, insistieron en la importancia de que la sostenibilidad se involucre en los proyectos educativos para generar conciencia ecológica desde la infancia.
Saben que existen barreras como la falta de acceso a educación ambiental y la desconexión entre las políticas públicas y las realidades locales, pero están seguros de que en sus manos está reflexionar, proponer y exigir acciones y políticas de largo alcance, así como emprender y comprometerse con tareas cotidianas, aparentemente pequeñas, pero que sumadas significan una gran contribución al futuro de las generaciones que vienen.
Desde los 15 años, Camila Gil ha explorado diferentes facetas del activismo. Comenzó en procesos comunitarios y de participación juvenil, también realizó teatro popular y formó parte de la Plataforma Municipal de Juventudes. Asimismo, su proceso como antropóloga de la Universidad de Antioquia la ha llevado a investigar sobre derechos humanos y violencias de género en entornos digitales.
“Me ha motivado participar en temas de juventud porque soy joven de barrio, y un proceso de participación juvenil me cambió la vida, me enseñó de la colectividad, y que es posible pensarse desde y para el barrio; de alguna manera fue lo que me permitió estar en la universidad”, afirma.
Todos estos procesos la llevaron a crear Infoactivismo Lab, un espacio que nació con el objetivo de brindar herramientas y establecer rutas de apoyo ante las violaciones de derechos humanos en el mundo digital, porque para Camila son una extensión de lo que pasa en la realidad. Para ella es fundamental trabajar en contra de la desinformación y en función de las juventudes y poblaciones que tienen el acceso limitado a la información, un fruto de su experiencia de vida.
Este camino la ha llevado a ser asesora de ONU Mujeres, y a trabajar en diferentes proyectos nacionales y en Latinoamérica, como en el programa Mujeres en (la) Red, de la Fundación CIVIX Colombia, junto con Apolitical Foundation. En este momento, Camila está desarrollando un proyecto con la Universidad de los Andes sobre los derechos en entornos digitales, dirigido a mujeres trans, trabajadoras sexuales o modelos webcam y personas con VIH. También forma parte del equipo de comunicaciones del Viceministerio de Juventud, del Ministerio de la Igualdad, donde trabaja en estrategias digitales dirigidas a juventudes.
Ella cree que es fundamental seguir buscando las formas de combatir la desinformación; por eso trabaja en la estrategia de Alfabetización Mediática Informacional (AMI), ya que en el entorno digital cada vez son más notorios los sesgos y discursos de odio.
La revolución digital por los derechos humanos
Transformando los residuos en productos
Diego descubrió el valor de la basura cuando estaba prestando servicio militar en Soledad, Atlántico. La Escuela de Policías tenía un sistema de recolección eficiente que lo inspiró, de manera que cuando llegó a Pueblo Viejo, Magdalena, quiso emularlo y tomó la decisión de abrir un pequeño centro de acopio.
Esa fue la primera de varias iniciativas que él y su pareja promovieron. Organizaron un ecocine donde las personas pagaban su entrada con botellas, y, sin muchas expectativas, recolectaron 8.000 envases plásticos. También hicieron manualmente escobas con botellas y talleres con niños para fomentar la importancia del cuidado del medioambiente.
En 2020 nace Mangle con el objetivo de educar acerca de la sostenibilidad y transformar residuos en productos, lo que se conoce como suprarreciclaje. Este proyecto ha participado en varias convocatorias, lo que le ha permitido divulgar su propósito en diferentes zonas del país, y obtener las máquinas con las que trabajan el plástico. Hoy Mangle cuenta con una serie de productos como abanicos, posa vasos, agendas y llaveros qué se hacen a partir de los residuos que se recolectan.
Diego, quien nació en Ocaña, Norte de Santander, y se tuvo que ir a Aguachica, Cesar, por la violencia, menciona lo difícil que ha resultado ser líder ambiental en un territorio como Pueblo Viejo, donde el abandono estatal prevalece y los servicios públicos son ineficientes. Para él es todo un reto cuidar la Ciénaga Grande, pero sabe que vale la pena: “Podemos disminuir los niveles de contaminación y que la gente cambie la percepción de la basura. Con el tiempo uno ve que todo ese amor se transforma en cambio”.
El arte como reivindicación de derechos y equidad
Alejandra solía travestirse en las obras de teatro de su colegio en Argelia, Oriente antioqueño. Allí inició su liderazgo, buscando mejorar su entorno y destacándose por su compromiso. Con los años estudió Gestión Cultural en la Universidad de Antioquia: “Encontré que a través de las manifestaciones artísticas se pueden transmitir mensajes muy poderosos”. Alejandra decidió hacer su trabajo de grado sobre el cuerpo y las identidades trans; al profundizar en el tema se vio reflejada y tomó la decisión de iniciar su propia transición, proceso que fue particularmente difícil porque ocurrió en pandemia.
Su experiencia la ha llevado a trabajar por los derechos LGBTIQ+ a través del arte. Por ejemplo, forma parte de la corporación artística, social y cultural Adagio, en la que participa en proyectos como el Festival de las Diversidades. “Desde la danza, arte drag y las diferentes puestas en escena se sensibiliza a la población sobre la comunidad LGBTIQ+, para que comprendan que no solo nos dedicamos a la estética o las actividades sexuales pagas”, dice Alejandra. El festival se ha presentado en diferentes municipios de Antioquia, como La Unión, Sonsón y San Carlos. En Argelia es cofundadora de la Mesa de Diversidades y consejera municipal de juventudes; además, es integrante de diferentes mesas de participación.
Aunque actualmente trabaja en la Universidad Nacional, en Bienestar, habla de lo difícil que ha sido encontrar trabajo: la inclusión todavía es un reto dentro del mundo laboral. Su participación en Emergentes, una escuela de liderazgo juvenil promovida por Proantioquia y Fundación Mi Sangre, entre otras instituciones, le ha servido para conectar con más líderes y hacer intercambio de saberes.
A los jóvenes nada les importa
Por Valentina Chavarría C
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Por Valentina Chavarría C
Volver al mito
La generación Z ha crecido en medio de desafíos como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, guerras y crisis políticas y económicas. Su nivel de conciencia social y el fácil acceso a la información les ha permitido participar activamente en conversaciones globales y promover igual las luchas ambientales que la reivindicación de derechos, la búsqueda de la igualdad o el respeto por la diversidad. Craftivismo, infoactivismo y artivismo constituyen algunas de sus estrategias.
“Hay un auge del activismo digital, porque es la forma en que se conectan. Aunque el arte sigue siendo movilizador, los jóvenes también quieren hablar de política, violencias de género, responsabilidad social, protección de la tierra y los recursos naturales”, explica Sara Castañeda, responsable de Oportunidades Juveniles en Proantioquia.
Activistas como Greta Thunberg, Vanessa Nakate o Francisco Javier Vera han demostrado que es posible hacerse escuchar y su ejemplo se ha extendido por todo el planeta.
De hecho, la Encuesta global 2024 a millennials y generación Z adelantada por Deloitte, aplicada a más de 22.800 jóvenes de 44 países, revela que el 62 % de la generación Z se siente preocupada por el cambio climático, y el 57 % cree tener influencia en la protección del medioambiente.
Aunque no existen mediciones sobre la participación juvenil en causas sociales, hay diferentes iniciativas que se están gestando en todo el mundo. Por ejemplo, el Liderario, una plataforma promovida por varias entidades, que impulsa a la nueva generación a desarrollar soluciones para los retos públicos de la ciudad, la región y el país. Igualmente, Proantioquia ha creado Emergentes, una escuela de liderazgo, en la que los muchachos reciben herramientas para crear iniciativas relacionadas con equidad de género, salud mental y cambio climático.
Para Sara Castañeda cuando los jóvenes son quienes identifican los problemas en sus territorios surgen nuevos liderazgos. “Sabemos que ellos no van a buscar respuestas desde una visión adultocéntrica, por eso necesitamos flexibilizar y permitir que sean ellos quienes propongan las soluciones”.
Somos uno con la naturaleza
Jóvenes entre los 19 y los 28 años, estudiantes de ICESI, EAFIT, CESA y Uninorte, universidades que integran la Alianza 4U, presentaron durante la COP 16 un manifiesto en el que alzan sus voces para decir “somos uno con la naturaleza”, exigir y comprometerse con acciones concretas que protejan la biodiversidad y aseguren la sostenibilidad de los ecosistemas.
El cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, el consumo responsable y la gestión de residuos, la protección de los recursos hídricos y la reforestación son algunos de los asuntos sobre los que reflexionaron y generaron propuestas que van desde el uso de las energías renovables y la reducción del consumo de combustibles fósiles, la creación de planes regionales de adaptación al cambio climático, la reforestación con especies nativas, la creación de más reservas naturales, el fomento de la soberanía alimentaria en comunidades campesinas y estrategias para aumentar la población de polinizadores hasta exigir la implementación de acciones como la limpieza y la restauración de afluentes hídricos y cuencas, así como la protección para ellas.
Adicionalmente, insistieron en la importancia de que la sostenibilidad se involucre en los proyectos educativos para generar conciencia ecológica desde la infancia.
Saben que existen barreras como la falta de acceso a educación ambiental y la desconexión entre las políticas públicas y las realidades locales, pero están seguros de que en sus manos está reflexionar, proponer y exigir acciones y políticas de largo alcance, así como emprender y comprometerse con tareas cotidianas, aparentemente pequeñas, pero que sumadas significan una gran contribución al futuro de las generaciones que vienen.
La revolución digital por los derechos humanos
Desde los 15 años, Camila Gil ha explorado diferentes facetas del activismo. Comenzó en procesos comunitarios y de participación juvenil, también realizó teatro popular y formó parte de la Plataforma Municipal de Juventudes. Asimismo, su proceso como antropóloga de la Universidad de Antioquia la ha llevado a investigar sobre derechos humanos y violencias de género en entornos digitales.
“Me ha motivado participar en temas de juventud porque soy joven de barrio, y un proceso de participación juvenil me cambió la vida, me enseñó de la colectividad, y que es posible pensarse desde y para el barrio; de alguna manera fue lo que me permitió estar en la universidad”, afirma.
Todos estos procesos la llevaron a crear Infoactivismo Lab, un espacio que nació con el objetivo de brindar herramientas y establecer rutas de apoyo ante las violaciones de derechos humanos en el mundo digital, porque para Camila son una extensión de lo que pasa en la realidad. Para ella es fundamental trabajar en contra de la desinformación y en función de las juventudes y poblaciones que tienen el acceso limitado a la información, un fruto de su experiencia de vida.
Este camino la ha llevado a ser asesora de ONU Mujeres, y a trabajar en diferentes proyectos nacionales y en Latinoamérica, como en el programa Mujeres en (la) Red, de la Fundación CIVIX Colombia, junto con Apolitical Foundation. En este momento, Camila está desarrollando un proyecto con la Universidad de los Andes sobre los derechos en entornos digitales, dirigido a mujeres trans, trabajadoras sexuales o modelos webcam y personas con VIH. También forma parte del equipo de comunicaciones del Viceministerio de Juventud, del Ministerio de la Igualdad, donde trabaja en estrategias digitales dirigidas a juventudes.
Ella cree que es fundamental seguir buscando las formas de combatir la desinformación; por eso trabaja en la estrategia de Alfabetización Mediática Informacional (AMI), ya que en el entorno digital cada vez son más notorios los sesgos y discursos de odio.
Transformando los residuos en productos
Diego descubrió el valor de la basura cuando estaba prestando servicio militar en Soledad, Atlántico. La Escuela de Policías tenía un sistema de recolección eficiente que lo inspiró, de manera que cuando llegó a Pueblo Viejo, Magdalena, quiso emularlo y tomó la decisión de abrir un pequeño centro de acopio.
Esa fue la primera de varias iniciativas que él y su pareja promovieron. Organizaron un ecocine donde las personas pagaban su entrada con botellas, y, sin muchas expectativas, recolectaron 8.000 envases plásticos. También hicieron manualmente escobas con botellas y talleres con niños para fomentar la importancia del cuidado del medioambiente.
En 2020 nace Mangle con el objetivo de educar acerca de la sostenibilidad y transformar residuos en productos, lo que se conoce como suprarreciclaje. Este proyecto ha participado en varias convocatorias, lo que le ha permitido divulgar su propósito en diferentes zonas del país, y obtener las máquinas con las que trabajan el plástico. Hoy Mangle cuenta con una serie de productos como abanicos, posa vasos, agendas y llaveros qué se hacen a partir de los residuos que se recolectan.
Diego, quien nació en Ocaña, Norte de Santander, y se tuvo que ir a Aguachica, Cesar, por la violencia, menciona lo difícil que ha resultado ser líder ambiental en un territorio como Pueblo Viejo, donde el abandono estatal prevalece y los servicios públicos son ineficientes. Para él es todo un reto cuidar la Ciénaga Grande, pero sabe que vale la pena: “Podemos disminuir los niveles de contaminación y que la gente cambie la percepción de la basura. Con el tiempo uno ve que todo ese amor se transforma en cambio”.
El arte como reivindicación de derechos y equidadz
Alejandra solía travestirse en las obras de teatro de su colegio en Argelia, Oriente antioqueño. Allí inició su liderazgo, buscando mejorar su entorno y destacándose por su compromiso. Con los años estudió Gestión Cultural en la Universidad de Antioquia: “Encontré que a través de las manifestaciones artísticas se pueden transmitir mensajes muy poderosos”. Alejandra decidió hacer su trabajo de grado sobre el cuerpo y las identidades trans; al profundizar en el tema se vio reflejada y tomó la decisión de iniciar su propia transición, proceso que fue particularmente difícil porque ocurrió en pandemia.
Su experiencia la ha llevado a trabajar por los derechos LGBTIQ+ a través del arte. Por ejemplo, forma parte de la corporación artística, social y cultural Adagio, en la que participa en proyectos como el Festival de las Diversidades. “Desde la danza, arte drag y las diferentes puestas en escena se sensibiliza a la población sobre la comunidad LGBTIQ+, para que comprendan que no solo nos dedicamos a la estética o las actividades sexuales pagas”, dice Alejandra. El festival se ha presentado en diferentes municipios de Antioquia, como La Unión, Sonsón y San Carlos. En Argelia es cofundadora de la Mesa de Diversidades y consejera municipal de juventudes; además, es integrante de diferentes mesas de participación.
Aunque actualmente trabaja en la Universidad Nacional, en Bienestar, habla de lo difícil que ha sido encontrar trabajo: la inclusión todavía es un reto dentro del mundo laboral. Su participación en Emergentes, una escuela de liderazgo juvenil promovida por Proantioquia y Fundación Mi Sangre, entre otras instituciones, le ha servido para conectar con más líderes y hacer intercambio de saberes.