Inicio » Detrás de las sombras de los líderes
Por Juan Carlos Luján S.
El liderazgo, un auténtico ejercicio de poder, tiene distorsiones y trastornos que no solo afectan a quienes lo ejercen, sino a las organizaciones. ¿Cómo identificarlos y solucionarlos?

Malvado, ambicioso y jorobado, así describió Shakespeare a Ricardo III, quien se convirtió en rey de Inglaterra por un breve periodo. Para alcanzar su efímero reinado asesinó a su hermano, a sus sobrinos y a todo aquel que se interpuso en su camino. Toda su astucia, su inteligencia, las empleó para urdir un plan que lo condujo a un reinado que apenas duró 26 meses y que lo sumió en la soledad y sembró desconfianza y traición alrededor suyo, casi las mismas armas que él utilizó Por Juan Carlos Luján S. para eliminar a sus rivales. La tragedia de Ricardo III de Shakespeare es probablemente una de las mejores metáforas para explicar las denominadas distorsiones del liderazgo o patologías asociadas a esta acción.
“Más que del líder, es del ejercicio del poder. Porque, de hecho, académicamente el liderazgo está asociado a comportamientos éticos y a un ejercicio consciente del poder. Entonces, cuando hablamos de distorsión o patologías, hacemos referencia a ese ejercicio del poder que también puede ampliar esas distorsiones”, indica Alexander Garzón, director de In- Sight, Centro de Liderazgo de Impacto de EAFIT, y agrega que los seres humanos contamos con necesidades emocionales básicas, que mal alimentadas en el ejercicio del poder, pueden derivar en comportamientos asociados a transtornos. ¿Cuáles son?
Trastorno obsesivo
Hace que las personas se comporten de manera celotípica. Es decir, deben sentirse seguras y, por tanto, quieren controlar lo incontrolable. Son los microadministradores. Claro, los seres humanos tenemos la necesidad de sentirnos seguros. Pero cuando no lo hacemos consciente en el ejercicio del poder, se convierte en este trastorno obsesivo.
Trastorno social
Surge de la necesidad de sentirnos singulares, especiales y únicos, lo cual es natural en todos los seres humanos. Sin embargo, en el ejercicio del poder ocurre cuando ese líder dice: “Como yo soy jefe y como ejerzo un poder, soy diferente, y, al serlo, no me puedo mezclar”. Creen que, si generan cercanía, tendrán menos poder.
Trastorno histriónico
Se relaciona con la necesidad de sentirse validado, algo muy humano. En el caso del poder, se refiere a esas personas que cuando lo ejercen quieren ser el centro de atención porque necesitan que todo el mundo las reconozca. Son aquellas que creen que los resultados del equipo son buenos gracias a ellas.
Trastorno de tipo adictivo
Ocurre cuando en el ejercicio del poder se liberan endorfinas. En los momentos estresantes, liberamos adrenalina, noradrenalina y cortisol. Además, cuando tomamos decisiones, adicional a estas, también podemos liberar dopamina y oxitocina. Entonces, cuando ciertos líderes dejan de estar en ese ejercicio de toma de decisiones, les hace falta, experimentan síndrome de abstinencia, y por eso rara vez se desconectan, o cuando alguien los reemplaza no lo dejan ser y no se dan cuenta de que pueden ser un buen ex.
Trastorno social
Se presenta en las personas que tienen la necesidad de sentirse singulares y diferentes, y, al mismo tiempo, validadas y reconocidas. Configuran el trastorno narcisista, que afecta mucho a las organizaciones porque no tienen capacidad de escucha.
Malvado, ambicioso y jorobado, así describió Shakespeare a Ricardo III, quien se convirtió en rey de Inglaterra por un breve periodo. Para alcanzar su efímero reinado asesinó a su hermano, a sus sobrinos y a todo aquel que se interpuso en su camino. Toda su astucia, su inteligencia, las empleó para urdir un plan que lo condujo a un reinado que apenas duró 26 meses y que lo sumió en la soledad y sembró desconfianza y traición alrededor suyo, casi las mismas armas que él utilizó Por Juan Carlos Luján S. para eliminar a sus rivales. La tragedia de Ricardo III de Shakespeare es probablemente una de las mejores metáforas para explicar las denominadas distorsiones del liderazgo o patologías asociadas a esta acción.
“Más que del líder, es del ejercicio del poder. Porque, de hecho, académicamente el liderazgo está asociado a comportamientos éticos y a un ejercicio consciente del poder. Entonces, cuando hablamos de distorsión o patologías, hacemos referencia a ese ejercicio del poder que también puede ampliar esas distorsiones”, indica Alexander Garzón, director de In- Sight, Centro de Liderazgo de Impacto de EAFIT, y agrega que los seres humanos contamos con necesidades emocionales básicas, que mal alimentadas en el ejercicio del poder, pueden derivar en comportamientos asociados a transtornos. ¿Cuáles son?
Trastorno obsesivo
Hace que las personas se comporten de manera celotípica. Es decir, deben sentirse seguras y, por tanto, quieren controlar lo incontrolable. Son los microadministradores. Claro, los seres humanos tenemos la necesidad de sentirnos seguros. Pero cuando no lo hacemos consciente en el ejercicio del poder, se convierte en este trastorno obsesivo.
Trastorno social
Surge de la necesidad de sentirnos singulares, especiales y únicos, lo cual es natural en todos los seres humanos. Sin embargo, en el ejercicio del poder ocurre cuando ese líder dice: “Como yo soy jefe y como ejerzo un poder, soy diferente, y, al serlo, no me puedo mezclar”. Creen que, si generan cercanía, tendrán menos poder.

Trastorno histriónico
Se relaciona con la necesidad de sentirse validado, algo muy humano. En el caso del poder, se refiere a esas personas que cuando lo ejercen quieren ser el centro de atención porque necesitan que todo el mundo las reconozca. Son aquellas que creen que los resultados del equipo son buenos gracias a ellas.
Trastorno de tipo adictivo
Ocurre cuando en el ejercicio del poder se liberan endorfinas. En los momentos estresantes, liberamos adrenalina, noradrenalina y cortisol. Además, cuando tomamos decisiones, adicional a estas, también podemos liberar dopamina y oxitocina. Entonces, cuando ciertos líderes dejan de estar en ese ejercicio de toma de decisiones, les hace falta, experimentan síndrome de abstinencia, y por eso rara vez se desconectan, o cuando alguien los reemplaza no lo dejan ser y no se dan cuenta de que pueden ser un buen ex.
Trastorno social
Se presenta en las personas que tienen la necesidad de sentirse singulares y diferentes, y, al mismo tiempo, validadas y reconocidas. Configuran el trastorno narcisista, que afecta mucho a las organizaciones porque no tienen capacidad de escucha.
“El líder debe tener carácter para tomar decisiones prudentes y justas. Y carácter no es hablar duro, es forjar la templanza. Saber decir ‘no’ en caso de dilemas éticos como actos de corrupción, por ejemplo”.
Alexander Garzón, director del Centro de Liderazgo de Impacto
¿Y los síndromes?
Hablamos de trastornos, pero también hay síndromes, pequeñas distorsiones, como lo subraya Alexander. Así, por ejemplo, está el síndrome del impostor, que tiene relación con el trastorno obsesivo: pues como no me siento seguro, me siento impostor y, por eso, acudo a mecanismos de control. Estas personas sienten que no están preparadas para ese cargo de liderazgo, creen que tienen superpoderes, entonces no almuerzan, no descansan, no se dedican tiempo. La recomendación es a reconocer su vulnerabilidad y, a partir de ella, apalancar la capacidad de transformar.
El síndrome del salvador, a su vez, es un fenómeno muy común. Este líder quiere solucionarles la vida a todos y desconoce que es la autodeterminación y la capacidad de los otros lo que los puede conducir al éxito.
Al síndrome de hubris lo llaman también la enfermedad del líder y ocasiona que quien lo padece se desconecte de la realidad, se muestre arrogante, con exceso de autoconfianza, actúe de manera impulsiva e imprudente, sin medir los riesgos, y se comporte con indiferencia sobre lo que los demás piensan, se rodea de aduladores y a menudo cree que es infalible.
Alex Garzón propone la metáfora del avión despresurizado para referirse a cómo prevenir trastornos o síndromes de este tipo. “Póngase primero su máscara antes de ponérsela a la persona que trabaja con usted”. Además, añade que, al ser falibles por naturaleza, siempre podemos aprender, partiendo de no temerle al poder, pues este permite transformar y hacer que las cosas pasen. “Infortunadamente, su ejercicio inconsciente es el que lleva a este tipo de expresiones”.
La solución es evitar liderazgos como los de Ricardo III y promover la formación de más líderes con un profundo sentido ético. Si liderar es ejercer un cargo de poder, este debe cimentarse en el cuidado, no en la perfección.
Una solución: buscar el propósito superior
Frente a estas situaciones, lo mejor es ser conscientes de los comportamientos y aplicar la ética del cuidado propio para luego cuidar de los demás de manera consciente. En estos trastornos y distorsiones se recomienda recordar cuál es el propósito superior de cada uno y entender que en la actualidad se necesitan líderes auténticos que transformen.