El mundo de los jóvenes

“Hoy, los jóvenes tienen más aspiraciones sobre el futuro que años atrás, quieren crecer más rápido y a la vez se enfrentan a que es más difícil […] tal vez, como escribiera la filósofa María Zambrano en 1964, lo que necesitamos es “…seguir hablando de los jóvenes. Y mejor aún si se pudiera seguir o empezar a hablar con los jóvenes y borrar de nuestro vocabulario la frase ‘esta juventud de ahora’…”.

El País América, junio 2024

 

Por Claudia Restrepo Montoya

A finales del siglo XIX, los jóvenes que querían triunfar lucían gafas con monturas doradas, subían un poco de peso y usaban cuellos almidonados y levitas negras solo para aparentar un poco más de edad. Los adolescentes, incluso, se afeitaban todos los días con la esperanza de acelerar el crecimiento de la barba, encontrar un trabajo y ganar respeto. Así lo relata Stefan Zweig en El mundo de ayer.

La verdad es que el concepto de juventud siempre se ha en un espectro difuso. Si bien la ONU fijó esta etapa entre los 15 y los 24 años y en Colombia la ley establece el rango entre los 14 y los 28 años, nunca habíamos sido tan longevos como hoy, y cada vez es más difícil saber hasta dónde va ese periodo de la vida. Además, los sociólogos hablan de la infantilización de Occidente, un fenómeno surgido luego de la Segunda Guerra Mundial, responsable de que hoy tengamos adultos más jóvenes y jóvenes más niños, es decir, que esa frontera no solo siga siendo borrosa, sino que la madurez también se esté tardando más tiempo en manifestarse. Contrario a lo que ocurría en tiempos de Zweig, la juventud se ha convertido en un capital al que nadie quiere renunciar, y hoy somos los adultos los que hacemos todo para parecer más jóvenes. El hecho es que el concepto hoy no se limita a una categoría biológica: se considera una disposición frente al mundo para transformarlo, para apropiarse de él, y en esa medida se extiende más allá de cualquier rango.

En esta edición quisimos escuchar a los jóvenes, que narraran en primera persona sus expectativas, sus miedos y las causas que los mueven; ellos tienen la palabra y nos muestran cómo los adultos hemos construido y alimentado mitos que ellos están derrumbando.

Aquellos a quienes acusan de que nada les importa están transformando el mundo porque son los abanderados del cuidado ambiental, de la protección del planeta, del respeto por la diversidad y los derechos humanos. Los que no contrata el mercado laboral porque les falta experiencia están haciendo empresa, generando empleo. Aquellos de los que dijeron que no querían estudiar están demostrando que confían en la educación para desarrollarse y materializar sus sueños. Sin embargo, la realidad no es la misma para todos, el desempleo, la desigualdad, la falta de oportunidades y la violencia rondan a nuestros jóvenes.

Tenemos muchos desafíos, pero si logramos entender el momento de la vida por el que atraviesan, los escuchamos y cambiamos patrones de educación podremos apoyarlos para que aprovechen esta etapa y evitar que, como en tiempos de Zweig, ser joven sea un obstáculo y, por el contrario, sea una ventaja para triunfar. 

Esta es una invitación a parecernos a ellos no tanto en la apariencia como sí en las ganas de innovar y de transformar lo que sea necesario para construir juntos un mejor futuro.

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